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La vida
digital ha triunfado porque de ella se obtienen enormes beneficios reales. Ya
es parte de nuestro mundo, por lo que no hay otra opción.
Pedir a
nuestros hijos que no utilicen las nuevas tecnologías sería como pedirles que
viviesen en Marte.
Nuestro planeta es digital.
Esta
revolución se caracteriza porque la mayor parte de las cosas (y cada vez son
más) se hacen a través de las nuevas tecnologías digitales.
Por desgracia,
no siempre sabemos canalizar el exceso de información a la que tenemos acceso,
ni tampoco si es buena, mala o digna de confianza. Mayor información no implica
necesariamente mayor conocimiento, ni que ese conocimiento se aproveche de
manera correcta
Nuestros hijos
e hijas se enfrentan a los riesgos de siempre, los mismos que se nos presentaban
a nosotros de pequeños, sólo que en un entorno que no conocemos bien.
Esto
genera en nosotros la incertidumbre de no creernos capaces de protegerlos.
Los grandes
males de este mundo son siempre los mismos:
- Individualismo
- Poca implicación
- Egoísmo
- Insolidaridad
- Exclusión social
Por eso, los
padres y las madres que no se involucran en el acercamiento por parte de sus
hijos e hijas a las nuevas tecnologías los convierten en huérfanos digitales.
Sin un referente de comportamiento no sabrán enfrentarse a los dilemas éticos
que se les planteen. Serán más propensos a desarrollar hábitos poco saludables
y estarán más expuestos a los posibles riesgos.
Está en
nuestra mano evitar que eso suceda.
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